viernes, 1 de abril de 2016

El cuento de la princesa Kaguya (2015). Como si fuese, casi, la primera película de animación.

Última maravilla de Estudios Gibli en llegar a nosotros. A priori, muy distinta de lo habitual. Dirigida por Isao Takahata (creador entre otras de "La tumba de las luciérnagas" o Pompoko, otras dos joyas a descubir por quien lo lo haya hecho ya) en este caso adapta un cuento tradicional japonés,  sobre un cortador de bambú que un día al cortar un tronco encuentra dentro una niña, futura princesa. Sin ánimo de entrar en espoilers, la historia es completamente coherente con su condición de cuento (princesa, pretendientes, humor naif) o como con su origen japonés y el misticismo que asociamos al mismo. Acorde con la temática, la animación parece un "back to basics", un retorno a la simplicidad y la pureza de la animación más tradicional, con personjaes dibujados casi a trazos con pincel y fondos que parecen acuarelas medievales, desvaídas con el paso del tiempo; casi parece que hubiese podido ser la primera película de animación japonesa rodada hace 80 años por Kurosawa o Mizoguchi si se hubiesen puesto a ello. El resultado es espectacular, de enorme belleza tanto visual como temática, casi parece cine surgido de la misma tierra de los bosques de bambú protagonistas de la primera parte, que nos obliga a mirar de nuevo como si fuéramos niños y descubriésemos el cine por primera vez y desde ya una de las películas de animación o no imprescindibles de lo que llevamos de siglo.

Lo mejor: casi todo, pero especialmente la coherencia de la propuesta y la magia que transmite desde la naturalidad más absoluta.

Lo peor: en la segunda mitad baja un poco el ritmo y eso unido a un final nada convencional podría causar rechazo de espectadores impacientes.