Mediodía. Anna (Isabelle Adjani) sale de la "Platz der Luftbrücke" U-Bahn Estación en Berlín Oeste; sube las escaleras mecánicas ; lleva una bolsa de la compra en la mano con leche, huevos etc. Va como flotando, en las nubes, recorriendo su camino casi mecánicamente. Se dirige al paso subterráneo para atravesar la calle y de repente, conforme empieza a atravesarlo empieza a reír, no una risa alegre sino oscura, cruel, casi demoníaca, casi como si estuviese "poseída" por el mal mismo. Su cuerpo empieza a agitarse presa de espasmos incontrolables, la risa se transforma en dolor, angustia que invade su cuerpo en forma de una danza macabra que la lleva a los suelos para terminar arrodillada con todo tipo de fluidos abandonando su cuerpo por todos sus orificios y dejándola vacía tanto física como emocionalmente.
Esta escena, la más conocida de una película por otra parte llena de momentos memorables, situada casi a mitad de la misma casi como punto de inflexión resumen perfectamente el espíritu de la misma. Intentemos situarnos: Mark (Sam Neil) vuelve de un viaje de trabajo (posiblemente de espía) y Ana le pide separación sin aducir ninguna razón aparente. A partir de aquí vemos los intentos de San primero por arreglar una situación que no comprende y luego por averiguar los motivos de Anna. Superficialmente estamos ante una de las más tremendas disecciones que se haya hecho sobre la desintegración de una pareja (Andrzej Zulawski confesó haberla escrito en mitad de un complicado divorcio). Aquí la relación de los personajes se manifiesta no sólo a través de la palabra sino del entorno; no es casualidad que la acción de desarrolle en Berlin en ese momento específico: la ciudad aparece dividida, fría, casi desierta, húmeda, en aparente estado de descomposición, con el muro marcando agobiantes límites tanto físicos como mentales. No es sólo la violencia con la que se tratan entre ellos, es la que surge de la extrañeza del entorno y que sin la menor sutileza expresa el estado mental de los protagonistas y su relación en cada momento; como en uno de mis momentos favoritos cuando tras una discusión Anna sale del piso sangrando por la boca, Mark la persigue y en la calle se cruzan con un camión del cual caen dos coches aplastados a su lado.
Y después, tenemos el tema de la posesión propiamente dicha, el "ser" que invade a Ana y que se hace carne posteriormente con la imagen de Mark, el mal hecho carne, como contraposición a la aparición de Helen, la maestra, doble angelical de Anna. Confieso que esta parte de los dobles es la que menos entiendo, tal vez sea una manera del director de cargar con las culpas de su propio divorcio e intentar "limpiar" de alguna manera a su ex; esto lo dejo para futuros visionados).
Si has llegado hasta aquí y no tienes ni idea de si ver la película o qué te puedes encontrar en la misma, enhorabuena, estás igual que yo en mi lamentable intento de explicar mis sensaciones al verla. Mi recomendación es verla por supuesto, y tener paciencia; a cambio podrás decir que has visto una de películas más fascinantes e irritantes de la historia del cine y sobre todo dos de las interpretaciones más brutalmente físicas e intensas con las que puedas encontrarte. A Sam Neil nunca le hubiese creído capaz de un registro tan oscuro y desatado siempre desde el control aunque la que arrastra aquí con el peso interpretativo es la Adjani claro. Isabelle es una actriz que nunca me ha resultado "natural" en su concepción de su oficio; me recuerda un poco a lo que dijo Katherine Hepburn de Meryl Streep: parece que estás oyendo el click-click-click en cada momento en su cabeza. Ningún problema cuando el mecanismo es tan absolutamente prodigioso y además tan acorde con el tono general de la propuesta. si no por otra cosa la película es completamente disfrutable por el catálogo interpretativo de la diva: todas sus escenas discutiendo con San Neil transmitiendo bien vulnerabilidad pena y dolor, bien fiereza, determinación o maldad; la posesión propiamente dicha en el paso subterráneo, la escena en al clase de ballet que haría palidecer al J.K. Simmons de Whiplash o la pureza e ingenuidad cuando interpreta a la Helen, la maestra. Su Palma de Oro se queda corta ante tamaña entrega a su personaje.
Y en un año, nueva review, que es lo que tienen películas así, que puedes verlas mil veces sin aburrirte y seguir descubriendo cosas nuevas.
Lo mejor: las interpretaciones y a manera en que el entorno expresa el estado interior de los personajes.
Lo peor: no entenderla argumentalmente y quedarse con eso; una película así hay que sentirla más que intentar descifrarla.