lunes, 30 de enero de 2017

Solo el fin del mundo: La familia y nada más.

A estas alturas con 6 películas en 7 años ya podemos hablar de Xavier Dolan como un autor total, en el sentido más francés y nuevaolero del término. "Solo el fin del mundo" por desgracia ni aumenta ni disminuye ni siquiera matiza lo que ya sabemos de él, a saber y empezando por lo obvio, su fijación con temáticas familiares y las complicadas relaciones de dependencia en cualquier familia llevadas al extremo. En este caso, se nos cuenta el regreso de Louis, tras muchos años ausente, de visita por un día a su familia para comunicarles su inminente muerte por causa no especificada.

- Que es un excelente director de actores; aquí capaz de sacar a Marion Cotillard de su zona de confort y darle un papel tan vulnerable y apocado, o de convertir a una dama como Natalie  Baye en poco menos que un travesti, canalizar la peligrosa ansiedad que transmite Vincent Cassel para logra que sea expresión pura de su personaje o bajarle los humos a Lea Seydoux y convertirla en una adolescente consumida por las dudas y aplastada por el peso de su hermano ausente.

- Su arrojo y valentía a la hora de narrar, las extremas pero acertadas casi siempre soluciones formales; en este caso el uso de sofocantes pero matizados primeros planos, el color y la iluminación en los mismos, las miradas y movimiento dentro del plano... todo configura la tensión latente de la historia, de lo que se dice por miedo a contar lo que se debería, de conflictos sin resolver en definitiva y que al final resulta lo más interesante de la película.

- El uso de la música y canciones existentes, tanto diegético como externo, a la altura de Tarantino o Almodovar en reutilizar material ya existente; la fuga mental del protagonista aquí mientras escuchamos en su cabeza Genesis de Grimes es de las cosas más hermosas que veremos este año.

Hasta aquí lo positivo. Su punto débil, cada vez más claro, es la ausencia total de mesura en lo que trata de contar; y aquí es donde le vendría bien un coguionista o un productor que le ayudase a dar forma a sus ideas o le indicase dónde cortar o que no es necesario visualizar todas y cada una de las discusiones familiares, por muy bien filmadas que estén o por mucha verdad que transmitan. En este caso llega a hacerse artificioso especialmente en la explosión de sentimientos final y termina dando la sensación de no conducir a ninguna parte. El día que consiga equilibrar su ímpetu narrativo con una buena historia que contar de manera limpia y concisa nos dará esa gran obra que tanto parece ansiar y tanto nos hace esperar. Mientras tanto yo al menos seguiré con interés su camino.

Lo mejor: las conversaciones del protagonista con el personaje de Marion Cotillar, prodigio de sutileza de y de comunicar con miradas y silencios lo que las palabras no pueden.
Lo peor: más nunca es realmente más.

6/10.


martes, 24 de enero de 2017

Arrival. El lenguaje como herramienta.

La llegada de civilizaciones extraterrestres a visitar la nuestra es uno de los temas más recurrentes de la ciencia-ficción, como en el caso que nos ocupa. Lo que no es tan habitual es el enfoque, la intención de la misma: cuando damos por hecho de que vienen con intenciones cuando menos dudas y cuando más belicosas o conquistadoras, nos encontramos aquí con la propuesta, totalmente a contracorriente, de alienígenas que no buscan conquistarnos y  sino con intención de comunicarse con nosotros, de enseñarnos, de ayudarnos en definitiva. Es pues este el primer punto de interés que hace totalmente revolucionaria la propuesta de Arrival: frente a la lucha y la violencia contra el extraño la película se centra, sin obviar las tensiones subyacentes ante lo desconocido tan propias de la especie humana, en el esfuerzo por comunicarse, por buscar un lenguaje común, centrándose en los esfuerzos de Louise, una lingüista, por descifrar las claves para el mutuo entendimiento. 
Así planteada, la película (sobre todo en su primera mitad) huye de los tópicos del género en cuanto a puesta en escena adoptando la forma de un tenso drama íntimo, de una mujer que intenta descifrar el lenguaje y en definitiva las intenciones de los visitantes mientras lucha contra sus propios demonios para acabar descubriendo que el lenguaje puede ser algo externo a nosotros, que nos explica y nos muestra algo desde fuera, algo que en circunstancias normales sería imposible de aprehender para nosotros a no ser que nos enseñen, que aprendamos a hacerlo. La dirección de Villeneuve en este sentido es modélica; vemos cosas que no terminan de encajar pero cuyo sentido vamos descubriendo a la par que Louise para cerrar el circulo (nunca mejor dicho) cuando la peli termina y descubrimos que lo que se nos cuenta es tan "circular" como los signos del lenguaje de la raza alienígena, que podríamos reinterpretarlo todo empezando en cualquier momento de la misma para llegar a la misma conclusión. Gran parte del mérito es suyo para hacernos entender conceptos bastante abstractos con el uso que hace del montaje, el tempo narrativo, la banda sonora (introspectiva, tensa y atonal), la fotografía oscura , como a media luz... Todo va en la misma dirección pero el cemento que une y da sentido final a la película es una extraordinaria Amy Adams en el papel principal, más allá de cualquier elogio, capaz de hacer fácil lo difícil, de llevar sobre sus hombros todo el peso de la carga emocional de la película y hacernos comprender y conseguir que no nos perdamos ante lo que estamos viendo. Pocas veces habremos visto una compenetración tan total entre director/protagonista/historia, esa sensación de que el resultado no podría ser tan sensacional sin el factor humano que aporta el actor o actriz. Sólo por eso, resulta una injusticia poética que Amy Adams no haya sido nominada a los Oscars de este año, frente a las 8 (merecidas) nominaciones que sí tiene la película en diferentes aspectos. Tampoco es que le haga falta, su Louise quedará para siempre en nuestra memoria cinéfila como una de las cumbres de interpretativas de nuestro tiempo.

9/10.

lunes, 23 de enero de 2017

Frantz. Reformulando la historia.

Pocas cosas me gustan más como cinéfilo que descubrir una película que me sorprenda desde su aparente normalidad o clasicismo, como esta que me ocupa ahora mismo. Frantz (2016) de François Ozon. Basada en una película de Lubistch "Broken Lullaby" (1932, "Remordimientos" en España) y en la obra de teatro en la que se basa esta última L'homme que j'ai tué) cuenta una a priori sencilla historia de culpa y perdón: poco después de la 1ª Guerra Mundial en un pueblo alemán aparece un francés (Adrien) visitando la tumba de un soldado muerto y entra en contacto con la prometida y los padres del mismo, presentándose como amigo del mismo en sus estancias en París. Tras la desconfianza inicial, acabará ganándose el aprecio y cariño de los mismos con los recuerdos que comparte sobre el hijo desaparecido. Los recuerdos sobre Frantz contados por Adrien y los momentos en los que su espíritu por decirlo de alguna manera se hace presente son filmados con viraje al color en lo que por lo demás es cálido blanco y negro, casi como si supusieran un océano de luz y vida en el oscuro y triste presente de los protagonistas. Hasta que de repente Adrian hace una revelación sobre la que se vertebra el conflicto de la película que, más allá de lo que cuenta nos hace replanteárnosla por completo: ¿Es cierto algo de lo que ha contado Frantz hasta ahora es simplemente la expresión de un deseo no cumplido? ¿Hubo una relación más profunda entre Adrien y Frantz de la que se nos cuenta? La dirección y el guión están llenos de sutiles apuntes y giros que nos llevan a dudar de todo, incluido de lo que aparenta ser la verdad sobre lo ocurrido: comentarios soltados al azar por uno de los personajes, un cuadro colgado en la pared, el vestuario de los personajes... Uno de los grandes aciertos de Ozon es hacernos asumir como espectadores el punto de vista de Anna (especialmente en la 2ª mitad en la que no contamos con la narración de Adrian) e ir descubriendo, con ella e incluso reinterpretando sus descubrimientos si acaso  la historia real no es ninguna de las narradas por Adrian, si hay otra, mucho más intima y difícil de contar por las circunstancias históricas y sociales de los personajes. Al final, el camino, tanto geográfico como interno hacia el descubrimiento supone la liberación de Anna y su apertura a una nueva vida, como queda perfectamente claro en el epílogo, y la renuncia a un pasado que pesaba como una losa sobre su presente.

Lo mejor: el uso maestro del punto de vista narrativo para reformular lo que vemos a cada momento y la confianza de Ozon en la inteligencia del espectador para no darle todo masticado. La sutil crítica implícita a la guerra, cualquier guerra.
Lo peor: quedarse con la impresión de que es un drama clásico más, cuando es rabiosamente moderna a todos los niveles.

9/10.

jueves, 19 de enero de 2017

Lalaland. La ciudad de las estrellas (pero no tan brillantes).



Qué rabia me da cuando al ver una película que espero me lo dé todo y me haga salir entusiasmado dando brincos no consiga hacerme olvidar al crítico (ja!) de cine a cambio del espectador y el placer de disfrutarla como cuando tenía 13 años. Que es lo que para mi disgusto me ha pasado con esta, la película más esperada de la temporada y la que más pasiones está despertando, así que voy a intentar explicarme antes de que alguien me diga que estoy muerto por dentro.

Vaya por delante que no me parece una película mala ni mucho menos; el intento de recuperar el musical clásico de Hollywood adaptado a nuestros tiempos me parece muy loable, y en ese sentido el trabajo de color, iluminación y claro, música, es excelente: sin ser para nada realista cumple con creces para expresar el estado de ánimo de los protagonistas y sus anhelos. Sin embargo las coreografías me parecen muy básicas, un poco como improvisadas, más cerca de lo que hizo (conscientemente) Woody Allen en "Todos dicen "I love you"" que a los clásicos de la época dorada. La virguería de rodar los dos números principales "Another day in the sun" y "A lovely night" en plano secuencia es chula pero no termina de estar bien aprovechada, hace que nos perdamos muchos detalles de ambos números al primar el plano general sobre el detalle. El guión, sobre todo en los dos primeros actos, peca de esquemático, cuando no directamente funcional. Hecho en falta más conversaciones y réplicas ingeniosas entre Mia y Sebastian, no basta con confiar en el enorme carisma y fotogenia de los actores (especialmente de ella en este caso). Ryan Gosling y Emma Stone, sin ser especialmente buenos cantando ni bailando salvan con creces la papeleta y su química y buen rollo es palpable desde el primer fotograma pero eso no basta para todo cuadre y transmita la magia que debería.

Por fortuna al llegar al 3ª acto, concretamente a  partir de la cena sorpresa (doy por hecho que quien lea esto lo habra ya visto o no considerará demasiado espoiler saber que hay una cena) la cosa cambia   y ese momento en que tal vez tengas que comerte tus sueños para llegar a fin de mes irrumpe en toda su crudeza y nos lleva a un tramo final en el que sí, todo es posible y tus sueños se cumplen si perseveras y crees en tí mismo aunque tengas que sacrificar lo que tal vez sea el amor de tu vida para ello y sobre todo nos lo muestran de manera creíble, hasta llegar a esa recapitulación final que nos muestra lo que pudo haber sido y lo que es y en definitiva, un poco como en el final de "Café Society" (de nuevo woody Allen, al final la película le va a deber más a el que a sus referentes más obvios) lo agridulce que puede ser la vida y conseguir tus metas.

¿Es suficiente para justificar el hype? Ummmm a falta de un segundo visitando me quedo con el intento y sobre todo con Ryan y Emma; esta sí es la película que la convertirá en una estrella.

Lo mejor: Emma Stone y la manera en que el epílogo redefine todo lo que hemos visto.
Lo peor: la sensación de no estar bien rematada, de que como músical no han querido o no han podido alcanzar la excelencia que al menos yo esperaba.

7/10.