La llegada de civilizaciones extraterrestres a visitar la nuestra es uno de los temas más recurrentes de la ciencia-ficción, como en el caso que nos ocupa. Lo que no es tan habitual es el enfoque, la intención de la misma: cuando damos por hecho de que vienen con intenciones cuando menos dudas y cuando más belicosas o conquistadoras, nos encontramos aquí con la propuesta, totalmente a contracorriente, de alienígenas que no buscan conquistarnos y sino con intención de comunicarse con nosotros, de enseñarnos, de ayudarnos en definitiva. Es pues este el primer punto de interés que hace totalmente revolucionaria la propuesta de Arrival: frente a la lucha y la violencia contra el extraño la película se centra, sin obviar las tensiones subyacentes ante lo desconocido tan propias de la especie humana, en el esfuerzo por comunicarse, por buscar un lenguaje común, centrándose en los esfuerzos de Louise, una lingüista, por descifrar las claves para el mutuo entendimiento.
Así planteada, la película (sobre todo en su primera mitad) huye de los tópicos del género en cuanto a puesta en escena adoptando la forma de un tenso drama íntimo, de una mujer que intenta descifrar el lenguaje y en definitiva las intenciones de los visitantes mientras lucha contra sus propios demonios para acabar descubriendo que el lenguaje puede ser algo externo a nosotros, que nos explica y nos muestra algo desde fuera, algo que en circunstancias normales sería imposible de aprehender para nosotros a no ser que nos enseñen, que aprendamos a hacerlo. La dirección de Villeneuve en este sentido es modélica; vemos cosas que no terminan de encajar pero cuyo sentido vamos descubriendo a la par que Louise para cerrar el circulo (nunca mejor dicho) cuando la peli termina y descubrimos que lo que se nos cuenta es tan "circular" como los signos del lenguaje de la raza alienígena, que podríamos reinterpretarlo todo empezando en cualquier momento de la misma para llegar a la misma conclusión. Gran parte del mérito es suyo para hacernos entender conceptos bastante abstractos con el uso que hace del montaje, el tempo narrativo, la banda sonora (introspectiva, tensa y atonal), la fotografía oscura , como a media luz... Todo va en la misma dirección pero el cemento que une y da sentido final a la película es una extraordinaria Amy Adams en el papel principal, más allá de cualquier elogio, capaz de hacer fácil lo difícil, de llevar sobre sus hombros todo el peso de la carga emocional de la película y hacernos comprender y conseguir que no nos perdamos ante lo que estamos viendo. Pocas veces habremos visto una compenetración tan total entre director/protagonista/historia, esa sensación de que el resultado no podría ser tan sensacional sin el factor humano que aporta el actor o actriz. Sólo por eso, resulta una injusticia poética que Amy Adams no haya sido nominada a los Oscars de este año, frente a las 8 (merecidas) nominaciones que sí tiene la película en diferentes aspectos. Tampoco es que le haga falta, su Louise quedará para siempre en nuestra memoria cinéfila como una de las cumbres de interpretativas de nuestro tiempo.
9/10.
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