Casi de tapadillo llegaba a fin de año esta áspera opera prima de cine queer con formas entre el revenge thriller y el mejor cine social inglés. La premisa es potente: una drag queen es víctima de una agresión tránsfoba para posteriormente iniciar, ya con aspecto convencional de hombre, una turbulenta relación con su agresor que aparentemente no le reconoce.
A partir de aquí la película construye y desarrolla la tensión tanto sexual entre los dos protagonistas como social, basada completamente en la asimilación de roles opuestos que poco a poco se van diluyendo conforme se van metiendo en una relación tan ambigua como tóxica, desde el momento en que está basada en los motivos nunca claros del protagonista (¿venganza? ¿atracción por el vacío y el lado oscuro?¿puro deseo físico?) y el entorno opresivo de masculinidad tóxica y negación de si mismo del agresor que le lleva a ocultar su deseo y manifestarlo desde la agresividad al otro.
La película no profundiza demasiado en estos motivos, se ocupa más bien de construir la resbaladiza relación entre ambos en un entorno tenso y nocturno con el deseo y cierta ternura (pero también la violencia) afloran en cualquier momento hasta llegar un cierto entendimiento previa catarsis final. La resolución tiene el punto justo de ambigüedad para no caer en el "revenge porn" y dejar algo de esperanza a sus personajes, a criterio del espectador.
Lo mejor: George McKay cambiando de registro y dominando su terrible personaje; resulta totalmente reconocible desde que aparece en pantalla.
Lo peor: le falta algo de profundidad para ser realmente memorable.
7/10
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