La enésima demostración de que el cine de animación no debería
segregarse y confinarse sólo a contar cierto tipo de historias o temáticas como es este caso. Tratándose de Charlie
Kaufman aunque la idea de fondo es sencilla (la búsqueda de la identidad propia
y alguien diferente en un mundo cada vez más gris y que tiende a la
homogeneidad y despersonalización) el desarrollo es de todo menos convencional,
con un tempo de lo más reposado y un guión modélico tanto en cuanto a
descripción de personaje y su
circunstancia (perfectamente clásico) como en introducir la extrañeza con
recursos totalmente cinéfilos como el uso de la voz y el sonido y la animación
para crear una sensación de total irrealidad metafórica para expresar el sentir
y la percepción del mundo del protagonista. Conviene verla con la mente abierta
y paciencia y dejarla reposar para asmiliar su peculiar estilo pero a cambio
nos ofrece una de las experiencias cinematográficas más singulares y en cierto
modo desoladoras de la temporada.
Lo mejor: la perfecta fusión de historia, narrativa, punto de vista y estilo.
Lo peor: que a pesar de lo universal de lo que cuenta sea tan arriesgada para el panorama cinematográfico actual, lo cual pueda provocar rechazo en espectadores poco dados a tener que pensar y digerir la película más allá de la sala.
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