A Tarantino le pasa un poco como le pasaba a Stephen King o al Prince
de los 90; está tan encantado consigo mismo y con su material que no tiene
sentido de la mesura ni saber cortar a tiempo ni mucho menos hacer elipsis. Y
paradójicamente, al ser el niño bonito de Harvey Weinstein a.k.a. “Harvey
Manostijera” goza de un privileigo de director’s cut que muy pocos tienen
actualmente en la industria. Esto, que en el pasado se arreglaba sacando 2 películas
de “Kill Bill” de donde en principio sólo había una ha terminado por salirse de
madre; y si ya en “Django Unchained” daba la sensación de que la película se
para en el 2ª acto o directamente se eternizaba antes de llegar al 3ª aquí
vuelve a caer en el mismo error. Tras una estupenda presencación de los
personajes y planteamiento, muy en la línea de los “whodunit” de Agatha
Christie, con una serie de personajes “encerrados” juntos y algo cociéndose, la
película se para y se suceden conversaciones y situaciones sin mucho sentido y
superfluas hasta que por fin todo estalla en una orgía de violencia, sangre y
múltiples puntos de vista marca de la casa e impecablemente rodada eso sí. Pero
la pregunta que subyace es: ¿era necesario taaaanto aparato para contar esto?
En mi opinión no, y la película ganaría mucho en ritmo y agilidad con media
hora menos; además de que tampoco es una de sus ficciones más redondas ni más
abundancia de diálogos ingeniosos (que los hay). Nos queda pues un
entretenimiento, seguramente más divertido para él y los actores (que se nota
se lo pasan en grande) que para nosotros. Esperemos que para la próxima tome
nota.
Lo mejor: el acto final y el reparto al completo.
Lo peor: que Tarantino no sepa cortar, hacer elipsis, sintetizar. Que se guste tanto a sí mismo.
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