viernes, 22 de enero de 2016

The Hateful Eight: cansino Tarantino.

A Tarantino le pasa un poco como le pasaba a Stephen King o al Prince de los 90; está tan encantado consigo mismo y con su material que no tiene sentido de la mesura ni saber cortar a tiempo ni mucho menos hacer elipsis. Y paradójicamente, al ser el niño bonito de Harvey Weinstein a.k.a. “Harvey Manostijera” goza de un privileigo de director’s cut que muy pocos tienen actualmente en la industria. Esto, que en el pasado se arreglaba sacando 2 películas de “Kill Bill” de donde en principio sólo había una ha terminado por salirse de madre; y si ya en “Django Unchained” daba la sensación de que la película se para en el 2ª acto o directamente se eternizaba antes de llegar al 3ª aquí vuelve a caer en el mismo error. Tras una estupenda presencación de los personajes y planteamiento, muy en la línea de los “whodunit” de Agatha Christie, con una serie de personajes “encerrados” juntos y algo cociéndose, la película se para y se suceden conversaciones y situaciones sin mucho sentido y superfluas hasta que por fin todo estalla en una orgía de violencia, sangre y múltiples puntos de vista marca de la casa e impecablemente rodada eso sí. Pero la pregunta que subyace es: ¿era necesario taaaanto aparato para contar esto? En mi opinión no, y la película ganaría mucho en ritmo y agilidad con media hora menos; además de que tampoco es una de sus ficciones más redondas ni más abundancia de diálogos ingeniosos (que los hay). Nos queda pues un entretenimiento, seguramente más divertido para él y los actores (que se nota se lo pasan en grande) que para nosotros. Esperemos que para la próxima tome nota.

Lo mejor: el acto final y el reparto al completo.
Lo peor: que Tarantino no sepa cortar, hacer elipsis, sintetizar. Que se guste tanto a sí mismo.

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